El 27 de enero de 1940, Isaak Bábel fue ejecutado de un tiro en la nuca a la edad de cuarenta y cinco años en alguno de los sótanos moscovitas donde se ajusticiaba a los “enemigos del pueblo”. El autor, una de las innumerables víctimas del estalinismo que vieron destruida su vida y su obra, tuvo, no obstante, la fortuna de ver publicada su creación más lograda. Y hoy el lector se encuentra ante la versión más fiel de la obra. El goteo de relatos que fueron apareciendo entre 1920 y 1925, por un lado, nos permite asistir a la fracasada campaña de los soviéticos contra Polonia, y, por otro, ofrece una nueva manera de entender la literatura. Siguiendo el ejemplo de Chéjov y Maupassant, el escritor, ante lo novedoso de su experiencia, crea nuevas maneras de narrarla. La condición de judío ruso en un mundo dominado por los cosacos, la inseparable convivencia entre los altos ideales y los más sangrientos actos que se comenten en aras de aquellos, el drama de un pueblo que busca una “internacional de buenas personas”, el gemido de un futuro cierto y el silencio del combate, sangre y lamento, hurras y sollozos, todo se funde en unas narraciones que se han convertido en un clásico universal.