Si tus ojos
no danzan
y patinan
en la niebla tenaz,
en la certeza
de que lo que está oculto se revela
ante todos los sentidos innegable,
incluso ante la vista
y la palabra,
pasa sobre él y no lo invoques
para no enturbiar con tu carbón
su luz más pura.
Pasa cerca de él
en tu letargo
y no lo ultrajes.
Y limítate a quejarte de su frío.