Dios mío, de una caricatura de la persona que podría haber sido, un exotismo. Acerca de esa Mila que no existe, la persona en que me convertí tiene una imaginación vedada por una ignorancia exasperante respecto de África. Desde donde estoy, esa nostalgia no podría ser colmada con ningún regreso. ¿A dónde iría yo? ¿Dónde me buscaría? No fue solo la circunstancia de esta mudanza de casa lo que, volviendo a acercarme a los suburbios de mi infancia portuguesa, me trajo, irónicamente, nostalgia de Angola. Fue también haber percibido, por agotamiento de evidencia, que no soy igual a las principales personas de mi vida, que algo fundamental nos separa, mucho más allá del aspecto de nuestros cabellos. Por difícil que sea admitirlo, el deseable ambiente de igualdad en que tuve la dicha de ser educada en Portugal me apartó de algo importante que procuro recordar: de una noción clara de las diferencias que me separan de las personas entre quienes me tocó crecer, que fueron, además, quienes me enseñaron a percibir la importancia de las diferencias que echo de menos.
Este libro está escrito en un pretérito imperfecto de cortesía. La cortesía es la virtud debida a lo que no se puede decir, como si solo me restara ser ceremoniosa con lo que me resulta familiar. Este es el fantasma formal que me persigue: el recelo de que el mejor medio sea exponer los medios. Como el espantapájaros del disfraz del noventa y dos, exponer los medios es una forma de espantar respuestas. Entonces lo que el espantapájaros ahuyenta es la realidad y sus personajes, los recursos de la biografía y su poética espinosa. “¿Quién es Mila?” “Yo misma” no coincide bien conmigo. El cabello se corta y se renueva prolongando la sucesión de los ciclos, pero eso no es más que una vía de extinción. Cada ciclo del cabello no es más que un ciclo del libro del cabello. ¿Seré yo (¿“yo misma”?) la que doy importancia a su historia, contándola? Me pregunto cómo escribir con distancia si revuelvo los recuerdos, pero la distancia, me doy cuenta, es condición del recuerdo, no una ética. Todo el pasado es un satélite conveniente.