Analiza luego la significación y la comunicación, presentando un modelo de comunicación tomado de la teoría de la información (Tullio de Mauro): en la que una fuente es usada por el transmisor que emplea un código para enviar una señal, por un canal, a un receptor, que recibe esa señal como mensaje, y es su destinatario; además, la señal está expuesta al ruido o distorsión comunicativa.28
Pasa después a considerar los códigos, que son indispensables para comunicar. Allí incluye teorías muy semejantes: la de la connotación y la denotación, así como la del sentido y la referencia (Frege) y la de la intensión y la extensión (Carnap). Alude a la falacia referencial, pues todo puede usarse para mentir; además, explica que la semiótica se interesa en la semántica intensional; si no se aclara eso, se cae en la falacia extensional, de querer aludir al mundo real y confundir las condiciones de verificación con las de significación. Aborda la teoría de la significación de Peirce, centrándose en el interpretante y en la semiosis ilimitada que éste desencadena. Conecta los códigos con otros aspectos de la semántica, como las marcas semánticas y las reglas de combinación de los sememas. En cuanto a esto último, parte del modelo de Katz y Fodor (KF), el cual ha recibido tantas críticas, que se busca un modelo semántico reformulado (MSR). Y se llega a otro modelo más revisado, el de Ross M. Quillian (Q), el cual incorpora de alguna manera la semiosis ilimitada en el espacio semántico y la abducción peirceana.
Viene en seguida una teoría de la producción de signos. Expone una semiótica generativa, que habla de la enunciación, y, en relación con ella, el problema de la referencia, que se da por parte de quien usa la enunciación (Strawson). Aborda el problema de ideas como signos (que Peirce toma de la escolástica) y el de la predicabilidad de “es”, poniendo el ser como un artificio metalingüístico, de manera parecida a Russell, y añade otro tema russelliano: el de las descripciones definidas.