En este sentido, se puede decir que las violencias actuales son en realidad violencias público-privadas, que articulan circuitos legales e ilegales, con objetivos económicos y también políticos, es decir, son violencias que hay que pensar y resistir políticamente. Las mismas sirven para imponer las nuevas formas de acumulación y de organización del poder a nivel mundial, regional, nacional y local. Pero además, por su forma de operación, producen y reproducen inseguridad y temor, lo cual tiene también determinados usos políticos específicos