Como los sentidos te conectan con el exterior y registran neurológicamente el relato en tu cerebro, cuando experimentas un acontecimiento de gran carga emocional —tanto positiva como negativa— ese momento queda grabado neurológicamente en tu cerebro en forma de recuerdo. De ahí que, si una experiencia transforma químicamente tu estado habitual y dirige tu atención a eso que ha provocado el cambio, asocies una persona u objeto específicos con el lugar y el tiempo que ocupa tu cuerpo en ese momento determinado. Así pues, los recuerdos se generan a partir de la interacción con el mundo exterior. Cabe concluir, pues, que el único lugar en el que existe el pasado realmente es en el cerebro… y en el cuerpo.