Clara como un fantasma

Me he encontrado otros tipos de mariposa. Me gustan, pero trato de mantenerme a la distancia. Lo hago más por respeto que por miedo. Con sus aleteos le dan otro aire al mundo. Además, no somos tan distintas. En lugar de cuerpo, parece que tenemos el alma por fuera.

A quien sí he buscado ha sido a Meme. Lo encuentro en todos los felinos. En uno veo sus ojos, en otro sus bigotes, y en otros sus maullidos tan llenos de flojera. Hay un Meme en cada gato.

Pensaba en Leonora, la hija de mi psicóloga. Pensaba en todas las personas que traíamos con nosotros como si fueran recuerdos de otra vida, pero aún presentes en la memoria y, por qué no, en algún lugar del mundo.

Las desapariciones eran más visibles que nunca.

Ni vivos, ni muertos. Sólo ausentes. Pero quién sabe por cuánto tiempo.

“La sociedad prefiere las apariencias por encima de las esencias de cada individuo. Por eso echarse uno en público es casi una práctica prohibida, un acto de rebeldía, es manifestarse con plena libertad de expresión.” Mi psicóloga estaba loca.

Lily, Sara y yo aún éramos buenas amigas, pero íbamos hacia el futuro en carriles diferentes.

Meme todavía no llegaba, pero lo haría más tarde. Al final no compré nada para que descansara eternamente. Se me olvidó tras conocer a Paz y después ya no le di importancia. Si Meme quería irse, era capaz de hacerlo. Después de todo era un gato y cualquiera sabe que los gatos hacen lo que quieren. Más aún si son gatos fantasma.

prendió un incienso con olor a sándalo y me dijo —como si en la voz tuviera el eco de otras personas— que no éramos las únicas. No estábamos solas.

Me convencí de que mi gato era un fantasma.

¿Eso quería decir que estaba muerto? Tal vez sí, pero no. Por las noches parecía estar vivo. Y durante el día, quién sabe. La verdad no quería pensarlo demasiado. Me interesaba más conocer cómo se siente un fantasma.

¿Cómo era su textura? ¿Se veía tan borroso como yo ante el espejo? ¿Tenía esencia? ¿Olía a muerto o a vivo?