«Somos malas para defendernos del aburrimiento y de aquellos que quieren cortarnos los pechos. Somos malas para defender nuestros clubes e instituciones. Somos malas porque nos gusta reírnos. Ser mala onda con niños es divertido, además de ser un deber del feminismo de la segunda ola. Ser grosera con hombres que se lo merecen es una misión sagrada. La sororidad es poderosa, pero ser una perra es más apasionante. Ser una perra es espectacular».
El debut de Myriam Gurba es el relato audaz y fragmentario de su entrada a la vida adulta como mujer chicana queer en California. Con un humor agudo y descarado, la autora desgrana en estas páginas el proceso de asumirse lesbiana y las brutales secuelas del racismo, las agresiones sexuales, la misoginia y la homofobia. Y todo esto lo hace —y quizá eso sea lo más interesante de su planteamiento— reivindicando la maldad como forma de resistencia política.
«Mala onda», un texto autobiográfico que transita géneros y desafía el binarismo sexual y lingüístico, consagra a Myriam Gurba como una de las voces contemporáneas más poderosas de la escritura chicana.