Decidimos hacer una gira por Francia en los espacios menos «mágicos», y acabamos en salas de actos de colegios, gimnasios y complejos deportivos, cada uno de ellos más feo e inhóspito que el anterior. Para los actores lo excitante consistía en transformar momentáneamente aquellos lugares tan poco acogedores y hacer que brillara en ellos la vida, así que la clave de su trabajo estuvo en la «tosquedad», en aferrarse a ella con ambas manos. Esto sirvió para un proyecto concreto, pero no puede aplicarse a todas las obras ni a todo tipo de condiciones. Aun así, cuando se produce una transformación, la impureza se convierte en la mayor gloria del teatro; a su lado una búsqueda piadosa de la pureza resulta espantosamente ingenua.