Ya, pero yo sé cuándo va a ser. Y lo que me pregunto es si es justo comenzar una relación que él no sabe que tiene que acabar.
—La vida es injusta, es rara, es así… —Me miró cariñoso—. Todas las tardes bajo a sentarme en este banco, como mi mujer y yo hacíamos cuando no llovía. Nos sentábamos aquí y charlábamos de lo divino y de lo humano. Hace ya quince años que se marchó y aún sigo hablando con ella. Fíjese que sabía que se iba y no me lo dijo, quiso que fuera feliz hasta el final. Y aquí estoy, haciendo lo mismo que hacíamos siempre juntos. ¿Acaso fue peor mujer por no contármelo?
—No lo sé, creo que…
—No crea nada. La vida está para vivirla, para disfrutarla, para pasar cada segundo que estamos en ella lo mejor posible, y si tenemos la oportunidad de amar, amemos. —Se levantó y me ofreció su mano para que me levantara—. Vamos, querida, no lo pienses más. Vete a casa, que hace frío y, recuerda que no hay nada mejor que el amor.
—Gracias —sonreí.
Y eché a andar con destino a mi casa. Me fui para descubrir si merecía la pena dar rienda suelta a la montaña rusa de sentimientos que Mark estaba provocando en mi interior.