Sanar la culpa

Si tenemos mucho camino por recorrer para liberarnos de la culpa morbosa, de la culpa neurótica, para educar en la responsabilidad y no en el miedo, tenemos también mucho camino por recorrer para seguir educando en el arrepentimiento, el perdón, la reconciliación y la reparación del daño hecho.

«Etimológicamente, “per-donar” significa “dar algo valioso”. Lo valioso, en nuestro caso, es la posibilidad de comenzar de nuevo. Perdonando comenzamos una nueva relación con el ofensor, que no necesariamente tiene que ser igual a la anterior».

el miedo a la muerte produce esclavos

Lo que se reprime vuelve aflorar, y lo que «no debe ser de ninguna manera» hay que extirparlo; por eso nuestra cultura está haciendo auténtico negocio diciéndonos que la soledad hay que llenarla con cacharrería mediática, que la enfermedad no hay que asumirla de ningún modo, que la frustración nos viene porque somos demasiado ilusos y que la muerte siempre es la de los otros. Nos estamos incapacitando para la vida.

Vivimos en una cultura analgésica que nos incapacita para asumir dimensiones que están ahí, pero el hecho de no querer verlas no quiere decir que desaparezcan.

Nos estamos incapacitando para el sufrimiento, y eso es grave: «Abolir la facultad de sufrir sería abolir la condición humana.

Nuestro Dios es alfarero, no un Dios escultor (Sal 103); lo que pasa es que tendemos a olvidar nuestro ser barro, porque nuestra cultura nos dice que tenemos que ser impasibles y de una pieza. El barro es muy frágil, demasiado frágil, y por eso tendemos a hacernos de piedra, hombres y mujeres lo más «integrados» posible, que no se quebranten ni se conmuevan demasiado, porque esto es debilidad, y no estamos para debilidades. Es curioso cómo siguen operando imágenes de Dios no ya crueles, como hemos visto, sino imágenes de un Dios garante de hombres y mujeres bellos, sanos, sin fisuras, contenidos, que controlan la realidad, que le marcan su ritmo a la vida, que no lloran ni ríen demasiado, que no se alteran... En fin, incapaces de palpitar con la vida.

Reconciliarnos con el dolor supone respetarlo profundamente; el dolor no se puede utilizar para ninguna otra intención que no sea aliviarlo. Combatir el dolor es lo que hizo Jesús: «Curaba todo achaque y enfermedad del pueblo»

Hace falta mucha fortaleza para convivir con el dolor del mundo y el propio, en su inmensa mayoría un dolor inútil. El sufrimiento de la mayoría de las criaturas es un sufrimiento inútil, absolutamente inútil: no repara nada ni sirve nada más que para aumentar la conciencia desdichada que ha llevado en muchas tradiciones a maldecir el día que nos concibieron.

La cruz no legitima la opresión y la injusticia no bendice el que aumente el umbral de dolor y de muerte ante dioses insaciables. La cruz pone en evidencia este mundo mostrando sus heridas.