La toco con un dedo para ver si la anestesia hizo efecto o necesito vaciarle todo el bote en el cuerpo, pero no reacciona, se queda boca arriba y con las patas estiradas. Entonces la agarro y la deposito en la mesa.
—Tienes que ponerla en la madera —me dice Cristina sin mirarme.
La coloco en la madera, boca arriba; la miro y le pido disculpas por lo que haré. Tomo el bisturí y comienzo a mentalizarme para abrirle el estómago, como el ejemplo de la maestra, pero algo en mí se revuelve de asco. Arrojo el bisturí a un lado.