Ya hemos dicho que Tolstoy es una excepción, por muy grande que sea. Más típicos son los casos como el de Balzac, el de Proust, el de Virginia Woolf, todos pertenecientes a una clase social, o una «no clase social» bastante curiosa: a los estratos más bajos de la clase alta, o a los más altos de la burguesía. En este sentido son y además se sienten, marginales de una y otra clase. Esta ambigüedad produce en ellos una falta de identidad, una curiosidad, una voracidad por explorar y entender justamente esto: qué y quiénes son, donde están colocados, cuáles son los matices sociales que los condenan o los exaltan, y a quiénes y por qué condenan y exaltan. En estos tres casos por lo menos la ambigüedad social es el motor mismo de su arte