El primer bocado

En cuanto a forzar a los niños a comer, enseña muchas cosas, ninguna de ellas útil. Si a uno le repugna lo que le fuerzan a comer, le entra miedo de la comida del plato y de la persona que se lo da. Un estudio llevado a cabo entre 140 estudiantes de universidad constató que sus aversiones alimentarias más fuertes a menudo se remontaban a un incidente de “consumo forzoso

La existencia del helado de pastel de cumpleaños indica que ya no distinguimos entre la comida de celebración y la cotidiana. Tampoco estamos demasiado seguros de si somos niños o adultos

Cuando tanto los padres como los hijos comen “comida para niños”, quizá ha llegado el momento de llamarla de otra forma. La “comida para niños” empezó como algo distinto de la comida normal. Hoy en día está cerca de convertirse en lo normal en todas las franjas de edad. El peligro reside en que, cuando los adultos también tienen gustos infantiles, se vuelve muy difícil romper el ciclo y aprender a disfrutar de la comida de verdad

En los últimos cincuenta años, los gustos alimentarios globales se han estrechado cada vez más hasta llegar a lo que se conoce como el paladar SFS: azúcar/grasa/sal por sus siglas en inglés

Se comprobó que había niños que no sabían sostener la cuchara; y niños de dos años adictos a los encurtidos y a las tazas de té bien cargadas. Según el doctor Hall y muchas otras personas, lo que estos niños necesitaban era comida que les sirviera para aprender a comer

Crowley insistía en que las comidas tenían que ser variadas, atractivas y sobre todo educativas: las comidas tenían que enseñarles higiene a los niños (a lavarse las manos y la cara), a sentarse y comer tranquilamente, sin “demasiado ruido o ajetreo” y, sobre todo, a incorporar nuevos sabores, en lugar de la dieta de comida enlatada y café al que estaban acostumbrados

En las familias actuales, puede darse el caso de que se obsequie a niños en edad preescolar con comidas especiales de arándanos ecológicos y filete tierno de pollo mientras, unas horas más tarde, los padres agotados se las arreglan con un bocadillo. En cambio, en épocas anteriores eran los niños los que tenían que conformarse con los restos después de que los padres se hubieran servido sus raciones.

naturales. La comida para niños de los supermercados, llena de azúcar y adornada con dibujos joviales, les enseña que lo que comen tiene que ser una forma de entretenimiento, una especie de paquetes transportables de diversión

La comida contemporánea dirigida a los niños manda el mensaje de que si uno es un niño, no se puede esperar que le guste algo tan aburrido como los alimentos de verdad, naturales

En algún momento de la infancia, nos damos cuenta de que la comida de casa no es la misma que la que cenan nuestros amigos. Uno descubre que algunas casas huelen a cebolla quemada y algunas a especias, mientras otras, desconcertantemente, no huelen a nada. Incluso si se sirve el mismo repertorio de platos, en realidad nunca son idénticos a los que uno conoce