Por eso os aconsejo, y no me cansaré de repetíroslo, amar después de reflexionar, no reflexionar después de haber amado. En esta vida pagamos muchos errores, pero el más caro es el de elegir amigos a tontas y a locas. A menudo tomamos decisiones sin pensar, desoyendo aquel viejo refrán que nos aconseja no defender un caso una vez dictada sentencia. Si seguís este consejo, nunca una ofensa inesperada os obligará a romper con un amigo al que os una el trato o los favores recibidos.