Por ejemplo, verse detenido en los corredores del Palacio de Justicia por la mujer de un acusado a quien había defendido únicamente por justicia o por lástima, quiero decir, gratuitamente, oír murmurar a esa mujer que nada, nada podría pagar lo que yo había hecho por ellos, responder entonces que todo era perfectamente natural, que cualquiera hubiera hecho lo mismo, y hasta ofrecer una ayuda para pasar los malos días que habrían de venir, y luego por fin poner término a las efusiones de la pobre mujer, besarle la mano y dejar sencillamente el asunto allí, pues créame, querido amigo, eso es alcanzar un punto más alto que el de la ambición vulgar y elevarse a ese punto culminante en que la virtud sólo se nutre de sí misma.