Miedo: las lágrimas culpables por el pecado de desear tanto y no haberse podido resistir habían rodado, inútiles, imbéciles, por el rostro inimaginable de aquel entonces y rodaban ahora otra vez por la piel agrietada. Miedo: los padres de su madre hubieran preferido reventarla a palos antes de facilitarle un método anticonceptivo; la habían insultado y zamarreado cuando confesó su embarazo, qué hubieran hecho de haber sabido que ni siquiera era de su novio.