Siempre se lo puedo preguntar: ¿qué sensación produce que la polla de Branch Bacardi y la vagina de Cassie Wright sean reducidas a mero kitsch? ¿A artefactos camp como el urinario de Duchamp o la lata de sopa de Warhol?
¿Qué sensación produce ver tu polla y tus pelotas, o bien tu clítoris y los pliegues de tu coño, clonados un millón de veces y colocados en la estantería de detrás de alguna empleada de tienda de porno de esas que se pasan el día mascando chicle? O peor todavía, tus partes íntimas amontonadas en un cajón de ofertas, mientras montones de desconocidos las levantan, las estrujan, las pellizcan y las rechazan igual que harían con aguacates en un supermercado…