Desde Homero y Tucídides, y desde Antiguo Testamento hasta nuestros días, la imagen de la plaga -junto con la de la guerra— es una de las más habituales en la filosofía y la literatura para ilustrar el desorden político.
«La ciencia supone en la naturaleza un orden que es posible conocer; la filosofía política, un desorden que es necesario apaciguar», escribe Leiser Madanes al comienzo de esta aguda reflexión que echa luz sobre el comportamiento de los individuos y las comunidades frente a las pestes.
Castigo o desastre natural, la peste, que amenaza al conjunto de la sociedad, exige una respuesta colectiva, a la vez que impide concretarla, mostrando así el fundamento trágico de lo político.