La tradición funeraria china se apoya en la continuidad entre esta vida y la próxima, del mismo modo que no hay una división tajante entre el cuerpo y el espíritu. A causa de esta continuidad, los ritos funerarios deben conservar el estatus social del fallecido —que no se ve alterado por la muerte—, o la estructura familiar; los cónyuges se vuelven a unir después de muertos para mantener el equilibrio entre géneros en el más allá, siendo incluso posible la celebración de matrimonios póstumos entre muertos solteros, pues dicha soltería estaba considerada antinatural, tanto entre vivos como entre muertos.