Disolver el ego

El silencio es del Ser; los pensamientos son del yo.

el sufrimiento es solo el precio que pagamos por nuestros apegos.

Todo pensar, desde el punto de vista espiritual, es mera vanidad, ilusión y pomposidad. Cuanto menos piensa uno, más deliciosa se vuelve la vida. Finalmente, al pensar le sustituye el saber. El hecho de que uno “es” en realidad no requiere ningún pensamiento en absoluto. Por lo tanto, es de ayuda tomar la decisión de detener la conversación mental y el balbuceo inútil.

En realidad, el yo-ego no tiene que morir en absoluto: la vida no llega a su fin; la existencia no cesa; y no hay ningún destino horrible y trágico que esté esperando para acabar con la vida. Como el propio ego, toda la historia es imaginaria. Uno no tiene que destruir el ego, ni siquiera tiene que trabajar con él. ¡La única tarea que se ha de realizar es soltar la identificación con el ego como si fuera nuestro verdadero ser!

Los pensamientos, las ideas y los conceptos tienen un valor pragmático y útil con relación a lo mundano. Pero cuando se renuncia a lo mundano, se convierten en exceso de equipaje y carecen de valor

Hawkins describe al ego como “el hacedor imaginario que está detrás del pensamiento y la acción”. Ese “conjunto de hábitos de pensamiento atrincherados”, reforzados por el consenso social y la repetición inconsciente, genera la sensación ilusoria de un yo personal.

El yo se identifica no solo con la mente, sino con su contenido, que se convierte en “mi” memoria, “mis” sentidos, “mis” pensamientos, “mis” emociones, “mi” propiedad, “mi” éxito, “mi” fracaso, “mis” expectativas, “mis” sentimientos, y así repetidamente. La identificación presupone la propiedad y la autoría; así, el ego ve y cree que es un agente causal, personal y separado, y deduce que es la fuente de su propia existencia.

La posición del ego se propaga porque la compensación secreta que busca es la emoción misma.

Las posiciones del ego tienen la característica de rechazar la responsabilidad y poner la culpa “ahí fuera”.

El ego considera una pérdida abandonar la dinámica de la autogratificación. El ego no confía en Dios, y por lo tanto considera que solo se tiene a sí mismo para su sustento, supervivencia y placer. El ego tiene fe en sus propios mecanismos y no en Dios. No se le debería considerar en falta por este error, porque no tiene base experiencial de comparación. Su único camino de salida es mediante la fe en que hay una manera mejor. Oye la verdad espiritual y comienza a buscarla cuando la mente se desilusiona con sus propias falacias y no alcanza la felicidad. Finalmente, se da cuenta de que la sombría satisfacción que obtiene del dolor es un pobre sustituto de la alegría.