El feminismo en 100 preguntas

llegar a ser feminista muchas veces era cuestión de edad, porque el sistema en el que vivimos tiene una gran habilidad para desplazar el conflicto social y sus causas a circunstancias individuales, que siempre podríamos haber cambiado si nos hubiésemos esforzado más.

discriminación conlleva un trato desigual en situaciones equiparables sin ninguna justificación válida

Con la definición y utilización de la categoría género quedará deslindado de forma contundente lo biológico de lo cultural.

La igualdad como derecho, como valor, como principio de la dignidad, la igualdad como llave que abriera los cerrojos mentales que marcaban las condiciones de vida de los seres humanos divididos en dos hemisferios, la feminidad y la masculinidad.

La presencia proporcional de las mujeres en todos los ámbitos de poder levanta ampollas y antes, mucho antes de convertirse en un logro democrático, es prevenida con aullidos al derecho de los varones a no ser removidos de sus posiciones.

Y lo difícil no es tanto reconocer que las mujeres deben ostentar más poder, sino que, para ello, los hombres deben renunciar a la cuota arrebatada mediante el privilegio forzoso o voluntario, consciente o ignorado, que conlleva ser varón.

(‘Tan pronto como hayan empezado a ser iguales, serán superiores’).

No, las feministas no quieren ser como los hombres, porque no saben cómo quieren ser los hombres. Ellos son individuos y sus atributos pueden ser infinitos: conservadores, progresistas, pacifistas, ecologistas, empresarios, asalariados, ricos, pobres… De nuevo se confunde la igualdad con la identidad, o peor, con la homogeneidad.

¿Por qué cuido a los demás gratis y nadie me cuida a mí?

Por ello, la infatigable feminista Emily Pankhurst (1858-1928) dejó claro que las mujeres no solo luchaban por el derecho al voto: el verdadero derecho negado era el de hacer leyes.