Cuentan que un joven poco entusiasta se acercó al filósofo griego Sócrates y le dijo con cierta indiferencia, «Oh, gran Sócrates, vengo a usted en busca de conocimiento».
El filósofo lo llevó hasta el mar, avanzó hasta lo profundo y lo sumergió por treinta segundos. Cuando lo soltó para que tomara aire, le pidió que repitiera lo que quería. El joven farfulló: «Conocimiento, gran conocimiento». Sócrates lo empujó debajo del agua otra vez, solo que ahora un poco más de tiempo. Después de repetirlo varias veces, el filósofo le preguntó: «¿Qué quieres?», el joven finalmente dijo, jadeando, «¡Aire, quiero aire!» «Bueno», respondió Sócrates, «Ahora, cuando quieras el conocimiento como quieres el aire, lo tendrás».
No hay sustituto para la pasión. Es el combustible de la voluntad. Si quieres cualquier cosa escasamente, no tendrás la voluntad para lograrlo. La única forma de tener esa clase de deseo es desarrollar la pasión.
3. La pasión te cambia
Si te dejas llevar por la pasión, en vez de por las percepciones de otros, llegarás a ser una persona más dedicada y productiva. Eso aumentará tu capacidad de impactar a los demás. Al final, tu pasión tendrá más influencia que tu personalidad.
4. La pasión hace posible lo imposible