«Si de algo no adolece una familia como la nuestra es de aburrimiento.» Diana Tutton
Protege a tus hijas (1953) puede leerse fácilmente como una divertida inversión moderna de Orgullo y prejuicio con un toque de Mujercitas, títulos ambos que se citan en la novela. Si en la célebre obra de Jane Austen una madre se desvivía por casar a sus hijas, aquí, dice uno de los personajes, «ni siquiera la mismísima señora Bennet lo conseguiría, a menos que contara con el apoyo de unos cuantos clérigos». La familia Harvey vive en un pueblecito no lejos de Londres justo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El padre es un escritor de novelas policiacas de éxito, muy celoso de su intimidad, y se pasa el día encerrado en su «vestidor». La madre, una belleza serena y delicada, tiene el hobby de pintar, come y cena muchas veces sola en su habitación, y hay órdenes tajantes de no alterarla en ninguna circunstancia. De sus cinco hijas, que nunca han ido a la escuela y se han educado en casa (no solo a base de Jane Austen y Louise May Alcott sino también de Gide y Proust), solo una se ha casado y vive en Londres. Las otras cuatro siguen viviendo en un mundo excéntrico y aislado, que a veces parece idílico y otras preocupante. Una de ellas, Morgan, va contando las pequeñas incidencias de su vida en común con jovialidad y ligereza, hasta que de pronto descubre que hay algo raro, quizá hasta cruel, en ese aislamiento. Diana Tutton, con su magistral uso del punto de vista, guía a su narradora para establecer con el lector, en un brillante ambiente de comedia, una grata complicidad, y para que los hallazgos perturbadores se produzcan para los dos –narradora y lector− al mismo tiempo.