El duelo por suicidio se convierte en el duelo más difícil de elaborar, fundamentalmente por tres motivos: es una muerte repentina e inesperada, el superviviente se siente interpelado por esa conducta (culpa y vergüenza principalmente) y además socialmente es inaceptable. Por eso, este tipo de duelos tiende a la cronicidad y a la patologización, mucho más cuando el que se suicida es un hijo.