Hemos seguido acumulando. En nuestros antes holgados libreros no hay espacio para un solo ejemplar más. Cada vez que le sugiero a Alejandro que nos deshagamos de algunos libros, porque acumulan polvo y empiezan a desordenarse, él dice que después o que mejor hagamos otro librero. Lo entiendo hasta cierto punto, porque él ya se deshizo antes de una biblioteca. Yo he establecido una política propia: si un libro entra, otro sale. Pero como temo a la confrontación, lo hago a escondidas, apostando a que hay libros que él ni siquiera sabe que tenemos y que jamás va a extrañar.