En su habitación del hospital del Condado de Los Ángeles y la Universidad del Sur de California, en el ala reservada a los reclusos, Monte está custodiado por dos agentes de la Policía de Los Ángeles. Antes de entrar en la habitación, me cuentan algunos detalles de lo ocurrido con total indiferencia:
Pensábamos que había consumido polvo de ángel o algo así, dice uno.
Tiene un trastorno mental, contesto, y me pregunto por qué parece que la policía nunca piensa que las personas negras pueden padecer enfermedades mentales.
¡El tío es enorme!, exclama uno. ¡Menuda mole! Tuvieron que dispararle balas de goma, dice tan tranquilo, como si no estuviera hablando de mi familia, de un hombre con los mismos genes que yo. Como si para ellos todo esto fuera un puñetero videojuego.