Despojado de la fe uno es libre, y al principio la sensación es agradable. No hay cuestiones de conciencia ni restricciones, excepto las restricciones de la costumbre, la convención y la ley, pero éstas son bastante flexibles en la mayoría de los casos. Sólo más tarde comienza el terror. Uno es libre, pero libre en el caos, en un mundo inexplicado e inexplicable. Uno es libre en un desierto, del cual no hay otra retirada que el camino hacia el núcleo vano de uno mismo. No hay más fundamento sobre el cual construir que la pequeña roca de la propia estimación, que es una nada basada en la nada... Pienso, luego existo. Pero, ¿qué soy? Un accidente del desorden, que no va a parte alguna...