El Estado-nación y la sociedad actual enfrentan un doble problema: el de la globalización y el de la biodiversidad; ambas minan las fronteras que la modernidad había considerado sólidas e infranqueables. Las instituciones políticas, confinadas territorialmente, son incapaces de hacer frente a la extraterritorialidad y al libre flujo de las finanzas, el capital y el comercio. Frente a esto, la sociología debe modificar los marcos conceptuales que dieron cuenta de la modernidad para elaborar modelos que expliquen las nuevas experiencias humanas.