Qué libro tan poderoso. Vivian logra crear un ambiente de empatía y realidad entre conexiones hirientes y situaciones que se asemejan a nuestras propias historias. ¿Sabemos realmente quienes nos acompañan en el transcurso? ¿Valoramos, cuidamos, enriquecemos y protegemos a quienes nos quieren? ¿Cómo acercarnos a las mujeres sin que, de repente, nos caigan encima todos los pensamientos patriarcales? ¿Dónde están los hombres? ¿Por qué nos seguimos aferrando a ellos? ¿Intentaremos crear y sanar, por fin, los lazos con nuestras madres?
Ya tengo una expresión distinta para referirme a las relaciones tóxicas, de ahora en más lo llamaré Apegos Feroces.
Es el primer libro que leo de la autora. Difícil a ratos. Me quedo con la frase: "De esos momentos de desapego nace el relato que contamos de nuestras vidas".
Esta relectura me movió todo y fue más complicada que el primer acercamiento. No sé cómo pude olvidar ese final y, al mismo tiempo, me queda claro ese bloqueo: lo llevé a la realidad.
En lo que a mí concierne Vivían Gornick es la dueña de casa pedazo del mundo.
Y no lo sabe
Me gusto. ¡Me gusto mucho! La leí despacito, algunas páginas al día, para no terminarla tan rápido. Aprendí mucho sobre la vida en esa época, sobre la vida en Nueva York y la vida de los judíos. Y sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Muy interesante, muy divertida. Muy intensa.
Un libro que me mantuvo leyendo. Fuerte, caótico y muy real.
Vivian Gornick hace una disección profunda de las complejas relaciones entre madres e hijas. De la de ella, con su complicada madre en un Nueva York de los años cincuentas y sesentas donde creció junto a su familia en un barrio judio, en un edificio donde las familias se conocían y ayudaban mutuamente aunque también estaban en constante ataque.
Un relato conmovedor y crudo que nos narra como esa complicada relación materna sigue influyendo en ella siendo adulta, y en sus tormentosas relaciones con los hombres; y como aún la sigue afectando, por la convivencia diaria que mantiene con su madre en los largos paseos que dan las dos juntas por la ciudad.
Gornick se sincera en esta autobiografía y no solo nos habla de su madre y sus amantes, sino también de su trabajo como periodista y como siempre le ha costado el poder escribir.
Simplemente maravillosa y que te toca en muchos sentidos.
Leer este libro crea apego. Recomiendo muchísimo leerlo para introducirse en la literatura femenina, es un buen comienzo.
Me quedé con una sensación amarga. Creo que cada quien tiene sus propios apegos feroces, y es muy triste saber que después de todo, y al final, siempre van a seguir ahí.