Tras los acuerdos de paz en Centroamérica, artistas de Belice, Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá inician una producción marcada por la utilización de la palabra escrita como parte de obras de arte visuales. Este elemento, predominante dentro de esta nueva generación de artistas, es fundamental para la comprensión de las diferentes dimensiones de las relaciones entre la cultura visual y la verbal en un contexto de gran inestabilidad política, simbólica, económica y cultural. Las experimentaciones artísticas con las relaciones entre imágenes y palabras muestran la necesidad de replantearse los registros simbólicos relativos al espacio, la sujeción, la violencia y la mirada. Cada uno de estos registros implica una lógica: instalación, interpelación, intercambio y fricción. Cada una de estas lógicas representa un contexto de disputa social sobre las convenciones mediales que definen, dominan y separan las culturas verbales y visuales. Se trata de una disputa social por la palabra y la imagen, y por ende, por la memoria, la historia, la verdad, la justicia y la formación de sensibilidades.