El principio según el Génesis y la ciencia

El error opuesto consiste en ignorar la ciencia. Como advirtió San Agustín, esto desprestigia el evangelio. Es también una actitud oscurantista que no encuentra apoyo en la Escritura. En Romanos 1:20 Pablo alude a Dios, y escribe: “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa”. Si, por tanto, podemos aprender cosas acerca de Dios como Creador a partir del universo visible, ciertamente nos incumbe usar la mente que Dios nos ha dado para pensar en cuáles son esas cosas, y relacionar así la revelación general de Dios en la naturaleza con su revelación especial en su Palabra, de modo que podamos regocijarnos en ambas. Después de todo, fue Dios quien puso aquí el universo, y sería muy extraño que no tuviéramos interés en él

La falta de creencia en Dios no es una garantía de ortodoxia científica como tampoco lo es la creencia en Dios. Lo que sí está claro, con respecto al tiempo de Galileo y al nuestro, es que la crítica de un paradigma18 científico imperante está plagada de riesgos, sin importar quién la realice.

El científico cristiano concuerda, pero además cree en una base lógica para tal orden: el Dios creador que fielmente dota al universo con sus regularidades.

Veo pruebas de Dios en todas las partes de la ciencia que conocemos; en realidad, las veo en el hecho mismo de que podamos hacer ciencia.

Quizá el ejemplo más importante de dicha superposición es el hecho de que tanto la Biblia como la ciencia sostienen que el universo tuvo un comienzo.

¿Cuál ha de ser, pues, nuestra actitud hacia otros que no concuerdan con nosotros, cualesquiera sean las opiniones que sostengamos?

El universo mismo no podría haber comenzado sin él.

¿Qué sería un principio sin Dios?

Nosotros heredamos un universo que no creamos.

Para el ateísmo, la muerte es la oscuridad definitiva.