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Antonio Tabucchi

Sostiene Pereira: Una Declaración

  • Rafael Ramoshas quoted2 hours ago
    se duchó, se vistió de nuevo, se puso su corbata negra y se sentó ante el retrato de su esposa. Me he encontrado con un médico inteligente, le dijo, se llama Cardoso, estudió en Francia, me ha explicado una teoría suya sobre el alma humana, mejor dicho, es una teoría filosófica francesa, por lo visto en nuestro interior hay una confederación de almas y cada cierto tiempo hay un yo hegemónico que toma las riendas de la confederación, el doctor Cardoso sostiene que estoy cambiando mi yo hegemónico, de la misma forma que las serpientes cambian de piel, y que este yo hegemónico cambiará mi vida, no sé hasta qué punto es cierto todo esto y, a decir verdad, no estoy muy convencido, en fin, qué le vamos a hacer, ya veremos.
  • Rafael Ramoshas quoted2 hours ago
    que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión. Tal vez, concluyó el doctor Cardoso, tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgo de la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente, apoyarlo.
    El doctor Cardoso acabó de comer su macedonia y se limpió los labios con la servilleta. ¿Y qué puedo hacer?, preguntó Pereira. Nada, respondió el doctor Cardoso, simplemente esperar, quizá haya en usted un yo hegemónico que, tras una lenta erosión, después de todos estos años dedicados al periodismo escribiendo la crónica de sucesos, creyendo que la literatura era la cosa más importante del mundo, quizá haya un yo hegemónico que está tomando la dirección de la confederación de sus almas, déjelo salir a la superficie, de todas formas no puede actuar de otra manera, no lo conseguiría y entraría en conflicto consigo mismo, y si quiere arrepentirse de su vida, arrepiéntase, e incluso, si tiene ganas de contárselo a un sacerdote, cuénteselo, en fin, señor Pereira, si usted empieza a pensar que esos chicos tienen razón y que hasta ahora su vida ha sido inútil, piénselo tranquilamente, quizá de ahora en adelante su vida ya no le parecerá inútil, déjese llevar por su nuevo yo hegemónico y no compense su sufrimiento con la comida y con limonadas llenas de azúcar.
  • Rafael Ramoshas quoted12 days ago
    a Pereira le vino a la cabeza una frase que le decía siempre su tío, que era un escritor fracasado, y la repitió. Dijo: La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad. Monteiro Rossi sonrió y dijo que le parecía una buena definición para ambas disciplinas.
  • Rafael Ramoshas quoted12 days ago
    Marta dijo: Señor Pereira, me gustaría bailar este vals con usted. Pereira se levantó, sostiene, le ofreció el brazo y la condujo hasta la pista de baile. Y bailó aquel vals casi con arrobamiento, como si su tripa y toda su carne hubieran desaparecido como por encanto. Y mientras tanto miraba al cielo por encima de los farolillos coloreados de la Praça da Alegria, y se sintió minúsculo, confundido con el universo. Hay un hombre obeso y entrado en años que baila con una joven en una plaza cualquiera del universo, pensó, y entretanto los astros giran, el universo está en movimiento, y tal vez alguien nos esté mirando desde un observatorio infinito.
  • Rafael Ramoshas quoted12 days ago
    ¿Cómo?, pensó, si resucito, ¿tendré que encontrarme a gente como ésta con sus canotiers? Pensó que se iba a encontrar de verdad con aquella gente del velero en un puerto impreciso de la eternidad. Y la eternidad le pareció un lugar insoportable, sofocado por una cortina nebulosa de bochorno, con gente que hablaba en inglés y que brindaba exclamando: ¡Oh, oh!
  • Rafael Ramoshas quoted12 days ago
    ¿quién podía tener el valor de dar una noticia de ese tipo, que un carretero socialista había sido asesinado brutalmente en Alentejo en su propio carro y que había cubierto de sangre todos sus melones? Nadie, porque el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar, y mientras tanto la gente moría y la policía era la dueña y señora. Pereira comenzó a sudar, porque pensó de nuevo en la muerte. Y pensó: Esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte.
  • Rafael Ramoshas quoted3 months ago
    Pereira era católico, o al menos en aquel momento se sentía católico, un buen católico, pero en una cosa no conseguía creer, en la resurrección de la carne. En el alma, sí, claro, porque estaba seguro de poseer un alma, pero toda su carne, aquella chicha que circundaba su alma, pues bien, eso no, eso no volvería a renacer, y además ¿para qué?, se preguntaba Pereira. Todo aquel sebo que le acompañaba cotidianamente, el sudor, el jadeo al subir las escaleras, ¿para qué iban a renacer? No, no quería nada de aquello en la otra vida, para toda la eternidad, Pereira, y no quería creer en la resurrección de la carne.
  • Rafael Ramoshas quoted3 months ago
    En aquel hermoso día de verano, con aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol resplandeciente, y con una ciudad que refulgía, que literalmente refulgía bajo su ventana, y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez que casi hería los ojos, él se puso a pensar en la muerte. ¿Por qué? Eso, a Pereira, le resulta imposible decirlo.
  • Marina Vukosichhas quoted4 months ago
    vivimos en una dictadura, respondió el camarero, y que la policía está
  • Marina Vukosichhas quoted4 months ago
    pero qué le vamos a hacer. Mientras Monteiro Rossi estaba en el baño, Pereira se dirigió hasta el r
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