El Romanticismo, entre otras cosas, supuso la venganza de lo poético por esa clase de exangüe razón ilustrada. Pero ahora, sin embargo, la poesía se enfrentaba contra la retórica, como ocurre en el prefacio programático a Lyrical Ballads, de Wordsworth y Coleridge. La retórica seguía encarnando un discurso público, manipulador y engañoso; pero ahora lo que se opondría a ella no serían la investigación racional ni la erudición imparcial, sino las verdades del corazón humano.