Estaba harto de escucharla echar pestes de su difunto padre, que era un violador y un sádico, según ella, y de la criada siniestra, la tal Nina, que había sido capaz de vender a su propia hija! La cosa, en el fondo, era bien simple: los odiaba porque se acostaban y porque traicionaban a su querida madre, Arcania, convaleciente en el primer piso. No se trataba más que de un sencillo asunto de celos familiares.