Dentro del circuito del silencio, la quietud que habla restablece el punto donde la memoria activa las facultades, desencadenando una riquísima gama de movimientos interiores. El paso de la admiración pura y simple a los actos individuales conduce a una gran variedad de gradaciones, descritas por un maestro contemplativo, el capuchino Bartolomeo Barbieri da Castelvetro: