Cuando un individuo causa un daño a otro sabiendo de antemano que las consecuencias van a ser mortales, está cometiendo un asesinato; en la presente obra, Friedrich Engels se propone demostrar que la naciente sociedad capitalista de la Inglaterra victoriana es culpable de asesinato, cada día, a cada minuto. Ella ha reducido al proletariado a un estado tal que, necesariamente, este cae víctima de una muerte prematura y antinatural. Si niega a miles de individuos las condiciones necesarias para la vida; si los constriñe –con el inflexible brazo de la ley— a permanecer en tal situación hasta sucumbir; si esa sociedad sabe que los obreros mueren en tales condiciones y, sin embargo, no solo permite que perdure tal estado de cosas, sino que lo fomenta por propio interés; todo ello constituye un asesinato premeditado, un asesinato ante el que todo obrero queda indefenso. Y de ningún modo es una muerte accidental: las instituciones conocen la aciaga situación de la clase obrera y nada hacen a fin de mejorarla.
Sumergiéndose en documentos oficiales, informes del parlamento y del gobierno, analizando sus propias vivencias y acudiendo a los periódicos de la época, Engels investiga y relata la situación a la que se ven condenados los trabajadores en Inglaterra. Con un tono periodístico no solo desgrana cuáles son las condiciones laborales de la clase obrera –desde la industria textil hasta la extractora en minas–, expone cómo son sus viviendas, en qué consiste su alimentación o qué educación reciben, sino que también expone cómo surge el espíritu emancipador en el pueblo inglés y cómo comienza a organizarse el movimiento obrero.