—Muy bien. Esto es lo que voy a necesitar —miró a Joy y, cuando volvió a hablar, lo hizo con amabilidad—. Princesa, por favor, pon una cacerola al fuego con dos tazas de agua.
Joy se puso manos a la obra.
—George, así es como te llamas, ¿verdad? —le preguntó el desconocido al cocinero. Este asintió—. Quiero que metas esa lechuga bajo el grifo de agua fría y que acaricies