En el trabajo de investigación, tal como lo concibo, a menudo hace falta sentirse tonto, incapaz, incompetente, idiota (retomaré la palabra «idiota» que tiene una gran importancia social). La filosofía, la buena, enseña a ponerse en estado de disponibilidad total, en estado de ignorancia. Esto se expone y se dice muy bien en las disertaciones («sé que no sé»), pero se practica poco. En sociología, esta virtud de ignorancia, de «docta ignorancia», como decía Nicolás de Cusa[2], es especialmente importante para poder interrogar las cosas más banales, como lo haré hoy, por ejemplo, con la noción de derecho (¿qué es el derecho?, ¿qué quiere decir «tener derecho»?) y la noción de nombrar (¿qué quiere decir el «nombramiento»[3] en las frases que leemos día a día y que de