Zapata era alternosa. Le gustaba mucha música rara, alguna rara chévere y otra rara rara, y siempre que me la mostraba, me contaba por qué el cantante hacía esto o aquello, o en quién se había inspirado y por qué ese álbum había sido el punto más alto o más bajo de su carrera.
Era música que me hacía sentir algo, incluso las canciones que no me gustaban. Y cuando sí me gustaban, uf, qué horror, sus canciones me perseguían por días, no podía parar de oírlas.