A esas alturas, aunque familiarizado ya a andar en compañía de fantasmas, a Scrooge le daba tanto miedo aquella figura silenciosa que le temblaban las piernas y, cuando se dispuso a seguirla, cayó en la cuenta de que casi no se tenía en pie. Al percatarse del estado en que se encontraba, el espíritu se detuvo un momento para darle tiempo a recuperarse.