por la solicitud y la hombría de bien del doctor Rosellini, por la seriedad de Salvador Sobrino, por la humanidad de Dolores Bernardos, por la caridad y la alegría de vivir de Montserrat Castell, por la autoridad y profesionalidad de Isabel Moreno, la jefe de enfermeras de la Unidad de Demenciados, y por la simpatía y la belleza de dos «batas blancas»