Regresamos a casa con los bolsillos llenos de castañas, piedras y hojas, y yo deseando escribir a mis hermanas para contarles cómo ha llegado, en esta ocasión, el recuerdo sin buscarlo, y cómo me daba cuenta que lo único que duele del recuerdo es cuando no lo encontramos, cuando nos lo dan tan sólo a pedazos. Cuidadosamente guardamos los pedazos de ese día para no perderlos y apuntamos de dónde era cada cosa: hoja de castaña del monte de Quinto Real, piedra de la carretera, hoja de haya, y vamos escribiendo y pegando todo en un cuaderno que hemos comprado precisamente para eso.