Artistas, escenarios y públicos son elementos, si no «condenados a la perfección» como hubiera dicho Juan José Arreola por lo menos obligados a no estorbar y no estorbarse en su misión delicada. Las bambalinas de un concierto no comienzan con él, ni se extinguen al aplauso final. Los anecdotarios han hecho de directores y solistas; de salas de concierto y aun de los más modestos aficionados, actores protagónicos a veces dignos de la inmortalidad. Toda una vida ha hecho de José Alfredo Páramo, maestro de Periodismo, un escritor musical autorizado por su cultura, con experiencia y humor que aquí demuestra contando sus propias anécdotas, donde comprobamos una vez más que la música también da risa.