El misticismo suele entenderse como una abstracción teórica o una exacerbación del sentimiento religioso, pero basta pensar en aquellos cuyas vidas quedaron marcadas por la experiencia mística –como Juliana de Norwich, el Maestro Eckhart o Teresa de Ávila— para percibirlo no tanto como una cuestión de fe como de práctica estética, filosófica y vital: el misticismo no es evasión, sino una forma radical de apertura a lo real, donde el pensamiento se transforma en experiencia.
Para llegar a esta convicción, Simon Critchley ha tenido que escapar de los márgenes estrechos de la academia y dejarse llevar por las formas más intensas de la experiencia: contemplar, escuchar, escribir, desaparecer. De ahí surge la pregunta que lanza al lector desde las primeras páginas de este libro: ¿no le gustaría probar un poco de esa intensidad?
Este ensayo recorre la historia y la práctica del misticismo desde sus raíces religiosas, pasando por el esoterismo y la herejía, hasta llegar al modernismo extático de T. S. Eliot, la escritura de Anne Carson o la música de Nick Cave. Con una prosa que es a la vez filosófica e íntima, analítica y creativa, Critchley plantea que asomarse al misticismo es una manera de ampliar los confines del pensamiento y llevar vidas más libres y profundas que permitan establecer otro tipo de relación con el mundo.