¿Qué haría usted si, de la noche a la mañana, se convirtiera en un perfecto desconocido sin existencia real en el mundo que le rodea? ¿Qué haría si viviera en una sociedad policial, donde los estudiantes están confinados en las ruinas de los antiguos campus universitarios, donde existen los campos de trabajos forzados y donde un individuo vale tan sólo lo que señalan sus tarjetas de identidad? ¿Cómo se enfrentaría usted a un sistema policial para el que el único orden establecido es el dictado por él bajo sus propias normas? Esta es la alucinante disyuntiva a la que debe hacer frente Jason Taverner, astro de la Tv, admirado por más de treinta millones de telespectadores, cuando, tras un fallido atentado, despierta en la destartalada habitación de un infecto hotel, con veinticinco mil dólares en el bolsillo, pero sin ningún documento de identidad que le permita sobrevivir en un mundo en el que cuando la policía se fija en uno jamás le olvida totalmente. Philip Kindred Dick, nacido en Chicago en 1928, es uno de los más interesantes, contradictorios y comprometidos escritores estadounidenses de ciencia ficción. Autor de una calidad muy irregular (tiene casi tantas obras sublimes como mediocridades) ha logrado sin embargo crear con el conjunto de su obra un universo particular que le ha elevado a la cúspide de la fama. Fama que ha cobrado un tinte especial por las numerosas crisis de Dick, causadas, en gran parte, por el uso de las drogas. Surgidas precisamente como consecuencia de una de estas crisis, Flow my Tears, the Policeman said fue acogida con una apasionante controversia: unos críticos dijeron que era el signo de la total decadencia literaria de Dick mientras otros la calificaron de la novela definitiva en el proceso de construcción del personal mundo dickiano. Pero el haber quedado finalista del Premio Nébula ha dado el espaldarazo definitivo a esta extraña y fascinante obra, alucinante mensaje de una mente obsesionada por una serie de temas tan actuales como universales.