Pobre gente

De ninguna manera, yo voy a escribir, y usted también lo hará... Ahora que empezaba a coger cierto estilo... ¡Ay, querida mía, qué más dará el estilo! Yo ya no sé ni lo que escribo, no lo sé en absoluto, no sé nada, y no lo releo, y no corrijo el estilo. Tan solo escribo por escribir, tan solo por escribirle a usted un poquito más...

¿por qué a algunos, estando todavía en el seno materno, ya les sonríe la pícara fortuna, mientras otros vienen a este mundo de Dios en una inclusa?

¡Ay, amigo mío! La desgracia es una enfermedad contagiosa. Los desgraciados, los pobres, tenemos que estar apartados los unos de los otros, para no agravar la infección.

Los desgraciados, los pobres, tenemos que estar apartados los unos de los otros, para no agravar la infección.

No pude dormir en toda la noche, por culpa de mi disgusto, de mi pena, de mi arrepentimiento. Suele decirse que el remordimiento sirve de desahogo, pero no es verdad.

tomó mi indigna mano y la estrechó, como si fuera la mano de un igual,

Está sin trabajo; dada su fragilidad, nadie le va a contratar; las reservas que tenían se las han comido ya; el proceso está completamente enmarañado y mientras tanto hay que seguir viviendo;

Cuando uno da todo lo que tiene, no se le puede exigir más.

Ya ve usted: me he dejado llevar por mis recuerdos y ahora estoy llorando como una criatura. He podido ver todo mi pasado con tal viveza, con tal nitidez, con tal claridad, que ahora el presente me parece más pálido y sombrío que nunca.

Y, al haberme perdido el respeto a mí mismo, al haber renegado de mis buenas cualidades y de mi dignidad, fue cuando tiré todo por la borda y me hundí en el abismo. Pero eso lo decidió el destino, y yo no tengo ninguna culpa de lo ocurrido.