Es extremadamente difícil encontrar una ópera prima que contenga la madurez, erudición y fineza que tiene Pobre gente de Dostoyevski.
El autor toma el género epistolar y lo lleva a otro nivel: un personaje nos da una idea de su mundo en una carta y al instante su remitente transforma toda esa percepción de la realidad dándonos otro punto de vista (la realidad la construye el lenguaje, parece decirnos.), juega a criticar a otros escritores rusos o bien utiliza el recurso del diario para desarrollar toda una serie de micro-historías igual de complejas e interesantes.
Un libro con una gran influencia de Balzac que se ve reflejada en la creación de estos personajes tan patéticos como conmovedores y en el desconsuelo ante una sociedad que promete pero nunca puede cumplir.
Novela dolorosa, sí, dolorosísima, pero con toda la frescura que puede imprimirle un autor joven que lleva todas las armas consigo.
Se nota que fue la primera novela de Dostoievski, pues es realmente enternecedora; estaba en sus veintes cuando la escribió. Retrata no sólo su pensamiento sino que se pone en la desgracia y la mente de los pobres, que no sólo sufren, sino también aceptan este sufrimiento como un hecho divino. Si bien por un instante pareciera que intenta realzar la dignidad del pobre y desprestigiar al burgués, también podemos ver rastros de humanidad en los altos funcionarios, lo que nos habla de una comprensión más profunda de la realidad que nos intenta narrar.
Destacada Sutileza para describir los intrincados vericuetos del alma humana.