Una casa de buena familia en el sur de Estados Unidos. Las cortinas de muselina se hinchan con la brisa que recorre la calle envuelta en la sombra de los alcornoques. Es el comienzo de la primavera. Un coche pasa.
Dentro, en la cocina, el joven mulato Ganus Bazemore está sentado con su casaca de lino abierta, los brazos apoyados sobre el hule blanco de la mesa.
Hay un revuelo a sus espaldas. En el marco de la puerta, por encima del hombro, ve la figura de Stephena, la heredera de la pudiente familia que lo emplea. Lleva un pijama amarillo, desabrochado a medias. Y zapatillas rojas de raso. La adolescente rica y malcriada ejerce toda su crueldad y poder sobre el sirviente negro. Ganus sabe que se le va de la vida si cede a la seducción.
No lo lleva mejor su hermana Kathianne, acosada por todos los patrones en cuyas casas trabaja. Pero, a diferencia de Ganus, Kathiane lucha calladamente por su dignidad, que la ciudad entera parece negarle.