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Y vendrá la oscuridad

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  • Emily Lunahas quoted2 years ago
    En las Seis Ciudades Proféticas y más allá, los Agraciados eran venerados por sus habilidades. Los Profetas habían otorgado sus poderes a los primeros. Aunque cada año nacían solo unos pocos miles, muchos de ellos ocupaban cargos de poder
  • Emily Lunahas quoted2 years ago
    Quienes curan con la Gracia de la Sangre hacían un juramento que les prohibía tomar el esha ajeno
  • Emily Lunahas quoted2 years ago
    LA GRACIA DEL CORAZÓN

    Sirve para aumentar la fuerza, la agilidad y la velocidad, y aguzar los sentidos.

    Pertenece a los luchadores.

    LA GRACIA DE LA SANGRE

    Sirve para dar y extraer energía, con el fin de curar o dañar. Pertenece a los sanadores.

    LA GRACIA DE LA MENTE

    Sirve para crear objetos imbuidos de propiedades únicas. Pertenece a los alquimistas y artífices.

    LA GRACIA DE LA VISTA

    Sirve para percibir y localizar seres vivos.

    Pertenece a los adivinos
  • Hannia Perezhas quoted2 years ago
    Pensé que si Jude Weatherbourne creía en mí, yo debía de valer algo.
  • Hannia Perezhas quoted2 years ago
    Si alguna vez pierdes la fe en ti mismo, esta brújula te ayudará a encontrarla».
  • Hannia Perezhas quoted2 years ago
    los centinelas, una fuerza improvisada de mercenarios y asesinos a sueldo, sin el poder de la Gracia.
  • Hannia Perezhas quoted2 years ago
    los colores de la capital de Herat, Nazirah: dorado intenso, ocre y carmín encendidos, verde amarillento y azul brillante
  • Dulce Akarihas quoted5 years ago
    Ephyra quería tanto a Beru que estaba dispuesta a destruir el mundo para salvarla. Y Beru quería tanto a Ephyra que se lo impediría.

    Entonces, se dio la vuelta y caminó de la sombra de la acacia hacia la luz.
  • Dulce Akarihas quoted5 years ago
    , esa vez, estaba parado dentro de las ruinas, bajo el cielo rojo sangre. El humo se retorcía a su alrededor.

    Miró hacia abajo. El cadáver estaba allí, con el rostro vuelto hacia él, y abrió los ojos.

    Era Beru, que dejó escapar un grito estremecedor. La visión se disipó en una explosión de luz.

    Y Anton despertó.
  • Dulce Akarihas quoted5 years ago
    Estaba en una ciudad en ruinas. Las cenizas y el polvo nublaban el cielo rojo. Una sombra eclipsaba la luz del sol.

    Una voluta de humo negro invocaba a Anton, lo llamaba para que recorriera un camino erosionado y atravesara columnas derrumbadas y arcos colapsados.

    «Anton… Anton… Profeta».

    El humo lo llevó al corazón de la ciudad en ruinas. A la torre caída: los escombros, el esqueleto de la estructura y el único muro en pie como un gran monolito.

    Cuatro espirales de humo salían de cada muro y se unían en el centro, como los puntos de una brújula.

    Un zumbido que impregnaba el aire creció hasta convertirse en una voz que crepitaba como las llamas.

    «La última parte por fin se revela».

    En la torre caída había un cadáver, desfigurado entre las piedras desmoronadas. El humo lo envolvía. El cuerpo comenzó a agrietarse, como una estatua de piedra rota. Luz blanca brotó de las fisuras.

    «En visiones de Gracias y de fuego».

    El humo ascendió y cobró forma en el cielo sangrante.

    Anton miró hacia arriba.

    Dos ojos brillantes, ardientes. Párpados de humo negro y ondulante.

    «Que vencerán la era oscura».

    Los ojos lo miraron y lo atravesaron. No podía moverse, no podía pensar, no podía ver nada más que esos ojos. Ojos de llama fría.

    «O destruirán el mundo por completo».

    Se encontraba en un precipicio, con vistas a una ciudad que nunca antes había visto, una ciudad de exuberantes palmeras verdes y aguas turquesas escondida en el abrazo de las dunas. Una inmensa puerta tallada en la roca roja se alzaba en las afueras. Un estruendo partió el aire, y de repente la puerta se derrumbó. La ciudad entera comenzó a temblar, mientras las arenas movedizas la tragaban.

    Otra ciudad se levantó en su lugar. La reconoció por las dos grandes estatuas que flanqueaban su puerto. Tarsépolis. Llovieron luz y fuego, y la ciudad se convirtió en un infierno.

    De las cenizas, se levantó Palas Athos. Anton estaba en el nivel más alto, en los escalones del Templo de Palas, observando cómo una ola de sangre inundaba la ciudad y teñía de rojo las calles y edificios que solían ser blancos.

    Una por una, cayeron las Seis Ciudades Proféticas.

    Regresó a la torre donde había comenzado. Solo que
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